16/7/09

Sin sentido.

Me sorprendí a mi misma, meditabunda, en medio de una calle solitaria. Era de noche, y me había levantado sonámbula, supuse. Me resultaba todo muy extraño, no conocía aquella calle, ni siquiera me sonaba. No sabía donde estaba. Aquella noche, demasiado tranquila, y con aquella atmósfera irrespirable que me oprimía el pecho impidiéndome respirar con normalidad. ¿Dónde estaba?¿Cuánto había caminado sola, sin rumbo, por la ciudad irreconocible en la que me encontraba? Empecé a ponerme nerviosa, corría por las bocacalles como una rata asustada mientras el asfalto me dañaba la planta de los pies sin saber a donde ir. No había nadie, ni siquiera un pobre vagabundo a quien preguntar. Las casas parecían deshabitadas, ni una sola luz encendida. Ni un ruido. ¿Qué hora sería? No tenía reloj, maldita sea. Estaba realmente desesperada. De repente, topé con unos ojos amarillentos. Eran un par de gatos. Me miraban extrañados de una forma un tanto siniestra. Empezaron a acercárseme, mientras se relamían los sucios bigotes. Empecé a correr. Me perseguían, podía oir incluso sus estómagos reclamando algo que comer. Miré un instante hacia atrás. Les pasaba algo raro. No eran gatos, se estaban convirtiendo en hienas. Increíble. Ahora podía escuchar sus quejidos y sus risotadas mientras me perseguían. Las supuestas carcajadas retumbaban en mis oidos, me volvían loca, paranoica. ¿Dónde coño estaba? Se acercaban cada vez más, pareciese que corría a cámara lenta mientras ellas se acercaban más y más. De repente, todas las alarmas de los coches empezaron a sonar en una frenética estampida sonora. Aterrorizada, me di la vuelta, las hienas habían desaparecido. Un golpe me sobresaltó aun más. Los coches estaban volando y se estampaban contra las fachadas de las casas. Explotaban. Estaba desconcertada. Demasiado ruido para mis oidos, y demasiada emoción a la vez que terror para mi mente y mi cuerpo. Las alarmas seguían sonando y sonando, volviéndose más agudas. Sentí como se me estallaban los oidos. Oí una alarma, no una de un coche, sino una alarma diferente. Estridente, pero conocida. Me desperté. Estaba en la cama, mi piel enchumbada en sudor frío. Había sido todo una puta pesadilla. Me senté en la cama, para relajarme. Cogí el vaso de agua de mi mesa de noche. Bebí un poco. No era agua, tenía un color oscuro, y mi boca delataba un sabor amargo, oxidado. Era sangre. ¿Qué coño? En el suelo ví algo moverse. A la luz de la luna parecía una manta oscura que se movía sola. Pero no, eran manadas de insectos: Cucarachas, arañas y gusanos de todo tipo se dirigían a mi. Algunos ya habían empezado a subirseme por las piernas. Empecé a llorar, me dejé caer en el piso. Notaba como me mordían la piel, me hacían sangrar. Vomité sangre. Demasiado repulsivo. Me desmayé para siempre mientras los insectos seguían su lucha encarnizada sobre mi cuerpo inerte..

1 comentarios:

noloshe dijo...

Me gusta, me gusta. Cada dia me sorprendes mas, no se como describirlo simplemente Buen texto