10/7/09

Capítulos.

Sentada en mi cama, meditando, dirigí la mirada hacia la ventana. Era un dia muy lluvioso, oscuro, pero sin embargo, tranquilo. Observaba con la mirada perdida las gotas caer por los sucios y empañados cristales. Me centré en una gota: Era más grande y más brillante que las demás. No supe si era un efecto óptico de la luz de la calle o si de verdad era tan hermosa. Tal vez sólo lo era ante mis ojos. Me entretuve mirando su recorrido y se me ocurrió compararlo con la vida de un suicida. Me sorprendí: Mi mente está más turbia de lo que nunca imaginé. Seguí con la mirada clavada en la gota. Nada más caer en el cristal empujada por la fuerza del viento, era la gota más bella que jamás había visto. Reluciente, tan transparente como el agua de un rio virgen. Empezó a resbalar por el cristal, serpenteando. Poco a poco, el polvo del cristal fue corroyéndola, consumiéndola lentamente. Segundos después, se fue ralentizando a la vez que seguía empequeñeciendo, y la tierra le había dado un color marrón deprimente. Ya no era la preciosa gota lúcida y comparable con una perla, sino una gota cansada de resbalar, cansada de ser gota sencillamente. Se fue haciendo más pequeña y más sucia. Finalmente la ví caer en un último acto suicida hacia el suelo. Corrí hacia la ventana, la abrí de par en par y vi sus últimas décimas de vida antes de desaparecer junto a la riada que se extendía en las aceras de la calle. Ya no existía. Así es como fluye la vida. Nacemos limpios, crecemos y empezamos a ensuciarnos, intentamos limpiarnos, pero siempre terminamos cayendo en picado hacia la querida involución humana llamada muerte. Muchas veces puede ser digna, otras, ni siquiera se le puede llamar muerte...

2 comentarios:

noloshe dijo...

Y si cogiera un texto de este humilde blog cogeria el tuyo. Da gusto leerlo, y te hace para a pensar en la razon de lo que describes.

Carnavas dijo...

Buen texto. Muy bueno.